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Homo Onubensis

Las Piérides... sobre las Artes

Midnight in Paris (Woddy Allen, 2011)

Midnight in Paris (Woddy Allen, 2011)

Después de un tiempo alejado de las visitas a las salas de cine,  el pasado sábado tiré de cartelera y lo más interesante que encontré fue esta nueva película del genio de Brooklyn. No tenía nada mejor que hacer ni nada mejor que esperar, por lo que tiré de Pepsi Light, móvil en silnecio, y me dispuse a reencontrarme con este director que tanto me gusta por sus chispazos únicos de genialidad.

Sinceramente fui a ciegas. No sabía ni de que iba la película, ni el reparto… solo vi Woddy Allen (Nueva York, 1935) y me dije “hay que probar”. Igual me podría encontrar con experimentos como Vicky Cristina Barcelona (2008) o con joyas como Match Point (2005) o Granujas de Medio Pelo (2000). Me la jugué y acerté de lleno.

Los primero 10 minutos de cinta son un regalo para los sentidos. Estampas típicas, nuevas y curiosas de la ciudad del amor. En primavera, en verano, con lluvia, esquinas, cafés, calles, gentes… Un verdadero regalo sensorial que me hizo transportarme hasta Noviembre de 2007 cuando disfruté de su esplendor y  su misticismo.

El hilo argumental no deja de ser el amor, a simple vista una sencilla historia de amor, pero ahora bien, una historia romántica que puede ser entendida  entre una pareja de futuros esposos,  entre un artista y la creación artística y entre un bohemio y París. Tres caminos para desembocar en el amor. Tres deseos, tres necesidades. Tres realidades. Una misma ciudad, la del amor, París.

Gil (Owen Willson) es un afamado escritor de guiones de cine sin inspiración que viaja a París junto a su prometida y los padres de ésta en las fechas previas a su enlace nupcial. Gil tiene dudas acerca de su matrimonio y de su vida, es un  bohemio escritor romántico enamorado de París y de los años 20, vive en la angustia y en la resignación de ver como su vida va a cambiar y no puede hacer nada por remediarlo.

Una noche decide pasear a solas por las calles parisinas en busca de inspiración para su próxima obra. Y justo a media noche, sonando las campanadas de las 12, viaja por arte de magia hasta el París de sus adorados años 20. Un hecho, inexplicable y onírico pero que repite cada noche. Allí, en el pasado, en su pasado idílico, conoce y comparte experiencias con los principales genios de la época: Hemingway, Dalí, Picasso, Belmonte, Buñuel…

También conoce a una bellísima Adriana (la sensual, Marion Cotillard) que le abre los ojos acerca de su futuro y del amor con su pareja. Un amor imposible obviamente, pero sincero y real a pesar de estar anclado en el pasado.

Técnicamente la película me parece magnífica. El uso del color, el vestuario, la escenografía y la ambientación de las escenas  de los años 20 me parece muy acertada, distando en gran medida de la “calidad escénica” de las imágenes que se corresponden a la actualidad.

Me quedo con dos detalles de Allen. El primero de ellos es una escena en el que conversan cuatro de los personajes a las puertas de un restaurante y a lo lejos se escucha el frenazo de un coche. Dos de ellos, instintivamente, giran sus cabezas hacia el coche (que no aparece en escena) mientras siguen hablando. Todo un detalle de calidad y de genio.

La otra escena de la película es el momento tragicómico en la habitación del hotel en el que el padre sufre un amago de infarto, supuestamente roban unos pendientes, el discute con su prometida, llega el médico a atender el padre, la madre desconfía de todo… un picadillo de emociones y sensaciones en un mismo plano que me parecen de una brillantez absoluta.

Una película brillante. Seguramente no ganará ningún Oscar…

Han vuelto...

Nueva charla antológica de Rafi y Fali.

Genios

Más allá de la Vida (Clint Eastwood) - Biutiful (Alejandro González Iñárritu)

Más allá de la Vida (Clint Eastwood) - Biutiful (Alejandro González Iñárritu)

La semana pasada me explayé cinematográficamente hablando y tuve el honor inusual de ir dos veces al cine. Cosas de la vida, y cosas mías. A pesar de que la cartelera ofrecía varias alternativas me decidí por las dos que entendía más imprescindibles. Entre semana y en primer lugar Más allá de la vida, y de cara al fin de semana Biutiful. Dos películas opuestas pero con una carga negativa en común: la muerte y el dolor.

 Más allá de la vida no pasará a la historia como una película de culto. Ni tan si quiera la pondría en ese altar cinéfilo reservado a obras de arte. Clint Eastwood dejó una imborrable huella en mi paladar cinéfilo con Invictus y dudo que se vuelva a acercar a ese nivel. La temática no es mala, la idea es interesante, la interpretación es brillante, pero el resultado se queda corto. Desconozco donde puede estar el error, pero uno sale de la sala con una sensación fría, insípida, mortecina (¿a posta?).

 La muerte como sensación desde tres puntos de vista que desembocan en una misma realidad es el eje central de la película. Por un lado la traumática experiencia de Marie Lelay (interesantísima y guapísima Cécile de France), una afamada periodista francesa de vacaciones en el Pacífico que regresa a la vida después de unos segundos en el más allá. De otro, el ingenuo Marcus (prodigioso papel infantil de George McLaren), un niño londinense que pierde trágicamente a su hermano gemelo y se empeña en encontrar el porqué de su fallecimiento. Y finalmente George (grande Matt Damon) un joven con poderes paranormales que es capaz de comunicarse con los muertos en el más allá.

 Los tres personajes rebuscan a lo largo de la cinta respuestas incontestables sobre la muerte, para converger finalmente en un mismo punto en común.

 Insisto. Una cinta técnicamente intachable, con mil y un detalles cinematográficos para el buen ojo crítico (como las escenas en la cocina de George), con una interpretación global más que interesante, pero carente de ese último hervor que hace de una película normal (incluso en ocasiones televisiva) a una obra de arte.

 Biutiful es un puñetazo en el estómago. Incómoda, sin aliento, patética, humillante, pesada. A pesar de no ser santo de mi devoción debo rendir pleitesía al oscarizado y nominado nuevamente Javier Bardén. La vida que le regala al papel de Uxbal es superlativa, exageradamente buena. El hecho de que esté entre los nominados al Óscar al Mejor Actor en una película de habla no inglesa dice mucho de su logro.

 Alejandro González Iñárritu (Babel) nos acerca esta vez a la Barcelona más cosmopolita posible. A la más parecida a Los Ángeles o Tokio, a esa gran urbe con más luces que sombras, con más que callar que sacar a relucir. A la Barcelona donde vive Uxbal, un enfermo de cáncer a cargo de sus hijos sin un medio de vida claro ni preciso, donde malvive y sobrevive a base de proporcionar trabajo de mala muerte a inmigrantes indocumentados. Uxbal es un hombre de sangre caliente, de sangre en las venas, con corazón y con sentimientos, pero sin vida, y sin tiempo para vivirla por su inesperada enfermedad terminal.

 La supervivencia en la Barcelona más lúgubre y oscura, la inmigración, el dolor, el amor, lo vil del ser humano, son los ejes en los que se enmarca esta genial y única obra del González Iñárritu, un director llamado a hacer (ya lo está haciendo) grandes cosas en el mundo del celuloide.

Nessun Dorma

Nessun Dorma

Os entrego hoy una joya de la música, se trata de una aria del acto final de la ópera de Puccini Turandot, ambientada en la antigua China donde las tramas palaciegas y amorosas desatan toda la fuerza del genial compositor toscano.

Os dejo una versión del inimitable Pavarotti.

Disfrutren

Balada Triste de Trompeta (Álex de la Iglesia)

Balada Triste de Trompeta (Álex de la Iglesia)

Para el aficionado al cine es de agradecer que haya genios que se salgan de la cotidianeidad y de la rutina escénica. El cine español cae demasiadas veces en el esquema repetitivo de director  novel, drama social juvenil, reparto televisivo… fracaso seguro. El cine español debería  ser más selectivo y elitista. De nada sirven ayudas ministeriales para fomentar un cine absurdo carente de valor cinematográfico. Después vienen las quejas a las salas vacías sin detenernos a mirar que lo vacío realmente es lo que se proyecta. El aficionado español es cada vez más exigente y culto. Los días de Paco Martínez Soria y Fernando Esteso donde la gracia es la teta y la chica mona quedaron atrás gracias a Dios.

Uno de esos genios del cine español, y porque no, mundial, bien puede ser Alex de la Iglesia, director de la Academia del Cine que es capaz tanto de rodar obras maestras como El Día de la Bestia (1995) como de tender una mano a las asociaciones de internautas para frenar el cierre de páginas webs de descarga. Quizás ésa sea su estrella, que los aficionados pagamos por ver sus obras de arte mientras que para tragarse una dramacito de la señora Sinde, lo mejor es darle al click del emule para verla en casa mientras se habla de la cotidianeidad de la vida.

Balada Triste de Trompeta es una joya. Así se debería de reflejar en los próximos Goya repartiendo a diestro y siniestro premios para esta cinta diferente y única.

La película no es más que la realidad de las dos España. De esa España que no levanta cabeza, ni la levantará, desde que el odio y la amargura tatuara un país con una guerra para el resto de su historia. Dos España, dos sentimientos, dos necesidades. Dos España que han montado un circo para ser el hazmerreir de todos. Una la Derecha, el Payaso Tonto, interpretada por Antonio de la Torre (es un actor para dedicarle a él solo un post de este blog). Él es el guapo, el mejor, el que lo sabe todo, el que todo lo arregla por cojones y el que tiene la última voz. Otra la Izquierda, el Payaso Triste, encarnado por un genial Carlos Areces (suena a Goya) que es el que está hasta los mismos de la otra España, de ser el feo, el pobre, el triste, el que siempre va a tener que pagar los platos rotos. Las dos Españas están enamoradas de la misma mujer, Natalia (Carolina Bang), España, que es la que sale perdiendo finalmente por las desgracias y lucha de uno y otro por ella. Significativa escena final en el camión policial donde tanto uno como otro ríen y lloran por el revés de quedarse sin ella. De lo mejor de la cinta.

El patetismo que envuelve el mundo del cine, esa tristeza por hacer reír a los demás, esa amargura del payaso… todo está en relación con una Guerra que no sirvió de nada sino para la burla entre los propios españoles. Interesante el tono gris en la que está rodada toda la cinta, haciendo mayor hincapié en lo gris del pasado, del presente y del futuro.

El tarantinesco inicio de la cinta es de lo mejor de la obra. El diálogo del capitán republicano (Fernando Guillén Cuervo) con los payasos al irrumpir en el cine, junto con lo grotesco de la escena (payasos armados) más el ingrediente de la violencia en el asalto a la Iglesia, hacen que el pequeño papel de Santiago Segura justifique el precio y el esfuerzo por comprar la entrada.

Realmente es una película que merece la pena ver y reflexionar. Una película diferente desde los propios créditos (historia viva de España) hasta el final de la misma.

Además de ser una de las grandes candidatas a los Goya es un alegato en defensa del buen cine español.

Spartacus: Blood and Sand

Spartacus: Blood and Sand

Capítulo 1 http://www.megavideo.com/?v=TKLRCDVO

Capítulo 2 http://www.megavideo.com/?v=4XUHSG0F

Capítulo 3 http://www.megavideo.com/?v=NW6M1Q0Z

 

Añadiré los restantes Capítulos poco a poco.

Disfrutad de esta fantástica serie.

Robin Hood (Ridley Scott)

Robin Hood (Ridley Scott)

Grandísima ocasión desperdiciada en el mundo del cine de rendir homenaje a este noble personaje de la tradición medieval inglesa. El enorme derroche de facultades técnicas y artísticas para plasmar los orígenes de heroicos de Robin Longstride, quedan en mero despilfarro económico en una cinta que sólo pasara a engordar la dilatada lista en los videoclubs de películas históricas. Al menos, para mí, un verdadero fracaso.

La verdad es que cada vez cuesta más ir al cine y no exclusivamente por temas pecuniarios. Considero que ir al cine supone un plus extra para visualizar una película de cierto nivel artístico-técnico, ya que una buena acústica o buena visibilidad hacen llenarte de la obra de principio a fin. Ir al cine para ver una clásica película española de adolescentes con problemas sociales, donde no existe un trabajo extra de fotografía, de música o de efectos visuales, sencillamente es una pérdida de tiempo, y de dinero. Nada mejor que verla en el sofá de casa, una buena compañía y una buena cena.

Por eso, al ir al cine, al menos yo, espero de una película que visual y sonoramente me llenen totalmente. Y en esas circunstancias aposté por la última obra del oscarizado Ridley Scott (Gladiator, Thelma & Louise).

El director británico vuelve a arriesgar con el binomio historia – Russel Crowe, de tan excelentes resultados en la premiada Gladiator, en una cinta que narra los comienzos del guerrero de Longstride desde que regresa a Inglaterra de su periplo por las Cruzadas, hasta su reclusión en el bosque de Sherwood donde vive al margen de la ley. Se podría decir que la cinta es una “precuela” de cualquiera de las míticas obras que narran las aventuras y andanzas de este desdichado luchador.

La historia no está mal estructurada. La ambientación, las localizaciones y el vestuario son bastante acertadas, pero en cuanto a guión e interpretación la obra cae en el saco de los grandes fracasos del cine actual.

No sería en absoluto descabellado decir que aquella Robin Hood el Príncipe de los Ladrones (Kevin Reynolds, 1991), interpretada por Kevin Costner y Morgan Freeman, e inolvidable música de Michael Kamen, es una obra de arte al lado de la versión actual.

Un planísimo Russel Crowe no llega al aprobado en un papel que le viene como anillo al dedo. Quizás las inevitables comparaciones con su personaje de Máximo Décimo Merilio en Gladiator de un lado, y por otro con las similitudes escénicas de éste papel con el William Wallace que interpretara Mel Gibson en Braveheart, hacen que la actuación del actor neocelandés sea sencillamente nefasta. Quizás sería destacable el personaje de Lady Marian interpretado por una interesante y transparente Cate Blanchett.

La película no deja de ser un conjunto de buenos ingredientes, bien cocinados, pero al que le falta una presentación y una degustación apropiadas.

Es una película prescindible.

Até sempre mestre

Até sempre mestre

Ayer nos dejaba el maestro Saramago.

Descansa en paz genio.

El guardián entre el centeno (J.D. Salinger)

El guardián entre el centeno (J.D. Salinger)

Hay que anunciar previamente y por adelantado, la afición de mi esposa a la lectura de los artículos de opinión que el escritor Javier Marías realiza semanalmente en el suplemento dominical del El País. Digamos que es asidua a tal revista por los breves artículos de Maruja Torres, de Juan José Millás o el propio Marías. Después de la lectura de las susodichas parrafadas, nada encuentra más interesante en la revista. Con eso le basta y sobra.


Pues bien. En uno de esos escritos directos y concisos, sin tapujos, el escritor madrileño enumera las obras literarias que han marcado su vida. Entre las muchas que cita, la primera de ellas, la que más le sorprendió, fue El Guardián entre el Centeno.  Debo de reconocer mi más sincera y absoluta ignorancia ya que ni me sonaba el nombre de la obra y mucho menos la mente que la creó, Jerome David Salinger.


La curiosidad por la obra hizo que al día siguiente mi esposa estuviera buscándola por las librerías de nuestra ciudad hasta que dio con ella. Posteriormente, el sorprendido fui yo tras ver cómo devoraba sus hojas en apenas unos días, recibiendo con interés su ofrecimiento obstinado por que buceara de inmediato por las palabras de este escritor desconocido para mi.


El libro apenas narra un par de días de la vida de Holden Caulfield. Un chico adolescente cansado de sí mismo y de todo lo que le rodea. Un pesimista vital, un amargado por su condición de adolescente con miras de intelectual. Un chico rico, de familia rica, de educación rica y vida pobre, vacía. La obra se centra en el camino que realiza Holden desde que es expulsado de su enésimo Colegio hasta llegar a su casa. El autor narra en primera persona las peripecias, aventuras y curiosidades del trayecto donde los diferentes personajes van entrando y saliendo de la novela a la misma velocidad con la que se lee la obra. Digamos que sólo hay un personaje en la obra, el resto son adornos y artificios necesarios para comprender la mentalidad vacía y hueca del adolescente insatisfecho.


El hastío vital que Salinger refleja en el personaje de Holden puede ser interpretado como autobiográfico, ya que el escritor neoyorquino participó activamente en la II Guerra Mundial (incluso en el Desembarco de Normandía) hecho que marca negativamente el resto de su vida y de su obra.


Su escritura informal, ávida, moderna, y la estructura de la obra separada en breves capítulos, hacen que las páginas de la obra vayan cayendo sin remisión.


Una obra de arte de la escritura moderna. No se la pierdan.

Caín (José Saramago)

Caín (José Saramago)

Interesante escrito el que nos presenta el vecino José Saramago. En esta ocasión, su lúcida y anciana mente nos muestra algunos pasajes del Antiguo Testamento desde su único y particular punto de vista.

El principal personaje de la novela es Caín, condenado por Dios a vagar por los siglos de los siglos con la culpa del asesinato de su hermano Abel, culpa en forma de señal negra en su frente. Caín viaja en el tiempo y en el espacio por algunos de los capítulos más conocidos del Antiguo Testamento, siendo juez y parte en la mayoría de ellos. En la novela Caín conoce a Abraham, a Job, viaja a Sodoma, a las tierras de Nod, colabora con Noé en la construcción de su arca salvador… recorre diferentes aventuras donde la historia es narrada de un modo “alternativo”.

Saramago sorprende de nuevo por su calidad narrativa. Su particular forma de escribir ayuda a una fácil y rápida lectura de la obra, no muy extensa dicho sea de paso, acompañada siempre de su fino y sarcástico sentido del humor.

La obra no es más que una reflexión sobre qué es el bien y el mal y quién determina qué es lo que está bien y lo que está mal. El lector se encuentra con la historia dada la vuelta y vista desde otra perspectiva, ni buena ni mala, sino otra, distinta o no de la que tenemos asumida donde los buenos no son tan buenos y los malos no son tan malos.

Un libro chocante para el que espere un Caín doliente, arrepentido y sumiso, ya que las perspectivas y personalidades de todos los personajes de la novela, incluso el de Dios, son radicalmente diferentes a lo que tradicionalmente estamos hechos.

Un libro que os invito a leer.

Un Mundo Sin Fin (Ken Follett)

Un Mundo Sin Fin (Ken Follett)

La verdad es que se hace raro desprenderse de algo que ha compartido contigo tantas y tantas noches de los últimos meses. Finalmente acabé esta vida hecha libro en las manos del genial Ken Follett, un escritor de historias, un creador de vidas.

Esta segunda parte de Los Pilares de la Tierra no es más que la prolongación de la historia de la ciudad de Kingsbridge. Atrás quedan ya las historias de Lady Aliena y Jack Builder. Ahora, pasados los años, son otros los personajes que pululan por esta ciudad catedralicia, son otros los líderes que rigen los destinos, otros los monjes que cercenan las mentalidades obedientes de los campesinos y nobles. Otras y nuevas historias, pero en un mismo lugar, el bucle de Un Mundo sin Fin donde nada queda salvo el recuerdo de las grandes historias.

En esta segunda entrega cuatro son los personajes que marcan las pautas de la obra y llevan el peso de la trama argumental. De un lado los hermanos Merthin y Ralph, descendientes del mismísimo Jack Builder, otrora líder carismático de la ciudad; Caris, la jovial y única mujer; y   Gwenda, sufridora, paupérrima y  enamorada. Los cuatro personajes interactúan en la realidad de una ciudad marcada por los destinos de un Monasterio Benedictino y de la dura represión de una nobleza desinteresada por unos serviles ciudadanos. Los cuatro van creciendo a lo largo de la obra, tanto física como intelectualmente de un modo natural y magistralmente interpretado por el autor.

Gwenda. La más pobre de los cuatro. Su origen está una familia sin tierras ni trabajo que se dedica al menudeo y al robo. Incluso en su juventud Gwenda es vendida por su padre a unos campesinos a cambio de una vaca. Crece enamorada a la sombra de Wulfric, un joven y apuesto campesino con el que logra casarse y llevar una dura vida llena de rencores, odio y dificultades.

Ralph. Personaje detestable por su carácter violento, despiadado y carente de escrúpulo. Hermano de Merthin y opuesto radicalmente a él. Luchó en la Campaña Francesa de la que vuelve para ser nombrado Conde donde campea sus voluntades con más tiranía que nobleza.

Caris. La mujer perfecta. Guapa, inteligente, culta. Lo tiene todo, hasta un amor puro y alocado por Merthin. Ingresa en el convento a causa de una mala jugada de los priores del Monasterio que la acusan de herejía, pero en lugar de desgraciarse y compadecerse, crece en su papel de monja hasta llegar a liderar el convento y llevar las riendas de la ciudad, después de combatir la peste en la ciudad con inteligencia y sentido común en contraposición a los remedios ineficaces marcados por los monjes.

Merthin. El líder. El personaje. Desde su juventud su obsesión es construir y hacer grandes cosas por la ciudad. Enamorado no correspondido (por las vicisitudes de la vida) de Caris. Es un autentico líder espiritual. El personaje crece a lo largo de la obra, madurando en sus decisiones y en sus respuestas. Es el contrapunto a su hermano Ralph, al que Dios dotó de fuerza física pero nula moralidad.

La historia de estos cuatro personajes se va acercando y distanciando a lo largo de la obra, donde aparecen muchísimos personajes como el Prior Godwyn, malvado líder monástico, Phlilemón, número dos del priorato y hermano de Gwenda; Philippa, noble de una belleza sin igual… miles de personajes pasean por estas casi 1.200 hojas que hacen llenarte de historia y de personales de unas cualidades reales que hacen que afloren sentimientos hacia ellos a la largo de la lectura.

Un libro muy completo, muy bien escrito y de una lectura fácil y rápida. Una perfecta apuesta para un verano de sombrilla y butaca.

No duden en leerlo.

 

Invictus (Clint Eastwood, 2010)

Invictus (Clint Eastwood, 2010)

Emocional puede ser el principal adjetivo que defina a esta historia real plasmada en obra de arte. Por un lado llama a las puertas del corazón con la figura del Nobel  Nelson Mandela y su llamamiento al perdón y a la integración de las razas y culturas que poblaban Suráfrica. El fin del apartheid con llegada al gobierno de Mandela supuso un convulso cambio moral en la colonia sureña. De otro lado es la historia de un equipo de rugby involucrado en ser el nuevo espejo donde mirar al futuro de una nación reinventada.

Invictus es el resultado visual de la novela de John Carlin “El Factor Humano”, donde se hace un recorrido histórico a tres bandas entre la idea política de Mandela, el papel del rugby y de los springboks en Suráfrica, y  la Copa del Mundo de Rugby celebrada en el país africano como un nuevo escaparate de paz y concordia en el mundo entero.

Clint Eastwood (Million Dollar Baby, Gran Torino) sólo se limita a rodar la historia detrás de una cámara. No se trata ni mucho menos de la mejor cinta del director americano ya que la historia está muy por encima de interpretaciones o guiones, la historia es lo más importante y es ella la que sobresale en la cinta. Determinados sectores de la crítica han sabido observar esta consideración elevando a la película a la categoría de grandiosa e única. Insisto, no se queden en censurar los guiños técnicos ni recursos cinematográficos. Llénense de rugby y de historia, saldrán del cine con el alma reconfortada.

La película narra cómo Mandela se acerca al símbolo del apartheid, la selección surafricana de rugby, con la intención de demostrar al mundo ante la inminente Copa del Mundo de Rugby en el propio país, de que la integración, el perdón, la convivencia y la paz es posible y necesaria. Mandela elije al capitán y líder espiritual del equipo, Françoise Piennar, para que guíe e inicie al camino de la paz desde algo tan sencillo y complejo a la vez como es la tercera línera de una delantera de rugby.

Las interpretaciones, un mano a mano exclusivo entre Morgan Freeman y Matt Damon a lo largo de toda la película, son sencillamente perfectas. Todo el mundo tenía en mente a Freeman como intérprete de Mandela si alguna vez tuviera que rodarse una película sobre el líder surafricano. Y no decepciona, sin duda. Se mimetiza brillantemente en el papel físicamente cabizbajo y enérgico moralmente de Mandela. Damon no se queda atrás a la hora de interpretar al tercera línea Springboks Piennar. Superadas las diferencias físicas obvias (más de 15 cm. de altura por ejemplo) Matt Damon lo borda como capitán reflexivo al frente de una misión que pasaría a la historia.

Cabe destacar en la película la secuencia final. Una secuencia con una duración de 18 minutos donde se produce el desenlace del partido final de la Copa del Mundo de rugby disputada entre Suráfrica y Nueva Zelanda. Las escenas de rugby son cuidadísimas y de una alta calidad (supervisadas por el propio jugador surafricano Chester Williams, que aparece en la película) metiendo al espectador en la tensión y fuerza de un partido de rugby. Hay que señalar que todos los jugadores/actores que aparecen en la película son profesionales de equipos surafricanos que se ofrecieron para desempeñar dichos papeles.

Otra curiosidad dentro de la película es el personaje de Joel Stransky, el jugador surafricano autor del drop definitivo que da el triunfo en la final. Su papel lo interpreta el propio hijo de Eastwood, Scott Eastwood, curiosamente jugador amateur de rugby en Estados Unidos que le pidió a su director/padre interpretar ese papel.

Les invito a que vean y admiren la película, cada detalle, cada frase, cada momento histórico. Olvídense de que están viendo una película y piensen en un documental sobre paz, solidaridad y honor. Dejen en sus bolsillos las etiquetas de críticos de cine y abran sus sentidos a una de las historias más maravillosas de los últimos años.

No quiero terminar sin hacer mención al verso que pone nombre a esta película, Invictus. Estos versos, obra del escritor inglés William Ernest Henley en 1875, sirvieron de inspiración a Mandela en los años de cautiverio para mantenerse fuerte de alma. Años más tarde, el propio Mandela, se los entregó al capitán Pienaar como motivación para el partido más importante que ningún jugador pueda jugar. El partido por la paz.

Invictus

Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;

soy el capitán de mi alma.

Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009)

Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009)

Decir que has ido al cine a ver Sherlock Holmes, puede sonar algo simple. Decir que has ido a ver la versión de Guy Ritchie de Sherlock Holmes, suena a peliculón.

 

Tengo que decir que no las tenía todas conmigo a la hora de la elección para la tarde del sábado pero, una vez fuera del cine, la sensación de acierto fue tremenda y añado que personalmente la considero una película más que interesante. Si nos metemos en el papel de cinéfilo reprimido y fumador de pipa, Sherlock Holmes no pasará de engrosar esa interminable lista de cintas basura a precio de oro. Para mí, cinéfilo de butaca y palomitas, me pareció fantástica.

 

Guy Ritchie (Snatch, Cerdos y Diamantes) nos presenta una nueva y diferente imagen del personaje creado en 1887 por Sir Arthur Conan Doyle. En esta ocasión, lejos del concepto de “Sir Inglés” en el que estábamos acostumbrados a ver al investigador , Holmes es un amargado obsesivo maniático, imprudente, arrogante, amante de las peleas clandestinas y con una vida desordenada al margen de toda pulcritud. Su único amigo, el apuesto y elegante Doctor Watson (Jude Law), es quizás el único que le entiende y comprende, y le ayuda a sobrevivir a base de casos e investigaciones por resolver aderezado con un poco de paciencia.

 

Robert Downey Jr. (Ironman), quizás en su mejor interpretación de los últimos años, borda el personaje de Holmes al que acompaña a lo largo de la cinta con un juego de miradas y de gestos obsesivos (quizás marca del propio actor), que enmarcan a la perfección lo que Ritchie pretendía del nuevo rol de Holmes, a medio camino entre el bisabuelo de James Bond con un toque de superhéroe de cómic de Marvel.

 

Nota destacable de la película es su cuidadísimo vestuario. A pesar de la ambientación histórica de la cinta (fantásticamente recreada) de finales del XIX, donde la alta burguesía malvivía junto a lo más bajo de Londres, el vestuario obtiene una gran relevancia dentro de la película ya que resulta más que evidente el modernísimo y actual toque con el Holmes viste a lo largo de la misma, tal vez haciendo hincapié en la distinción intelectual con sus coetáneos.  

 

Los guiños propios del director, como las tomas ralentizadas en las secuencias donde se realiza una reflexión interior o el uso vertiginoso y mareante  de la cámara en las escenas de acción, son marcas de la casa del genial Ritchie, que deja la puerta abierta a una segunda parte de la cinta para las próximas navidades.

 

Un único pero a la película. En la escena final de la película se produce una huída por las cloacas del  Parlamento de Westminster, desembocando directamente en lo que vendrían a ser las obras del London Bridge, cuando realmente, la distancia entre un punto y otro de Londres es abismal.

 

Con licencia de ese pequeño lapsus geográfico, la película (y su sobrecogedora toma final del ahorcado en las obras del London Bridge), me resultó gratísima de ver y bastante entretenida en cuando a temática y rodaje.

Por cierto, en la película se cita dos veces al rugby... estos ingleses...

La Ley de la Selva

La Ley de la Selva

El pasado fin de semana inhalé una buena dosis cultural entre la noche del viernes y la tarde del sábado, dos platos agradables al paladar regados de la mejor compañía. De primero una actual obra de teatro (tan escasitas en Huelva) y de segundo la última película de Guy Ritchie. Veamos…

 

‘La Ley de la Selva’ es una comedia ácida sacada a la femenina mente de Elvira Lindo. Una obra que retrata magistralmente el hastío femenino cincuentero dentro de un monótono matrimonio convencional. Lindo presenta a Guadalupe, una mujer encerrada en su propia vida que anhela algo diferente en su vida, un chispazo de aire fresco que le haga sentirse viva. Esa iluminación le llega de su vecino del piso de arriba, Indi (de Indalecio) con el que coincide una noche a la hora de tirar la basura. Indi, un aventurero algo fantasma venido a menos, le llena su vida de historias, de cuentos y de fantasías, algo que inunda el corazón de Lupita. Sus conversaciones clandestinas en el piso superior hacen que cada vez se sienta más distanciada de su marido, un necio enganchado a la televisión basura.

 

Conforme la obra avanza, Lupe va descubriendo que Indi no es más que un monigote fracasado que necesita más oídos que lo escuchen que un corazón que lo ame, además de ser un antiguo y viejo amigo de su marido con el que suelen compartir charlas en el Transilvania. Así, Guadalupe, consciente de la falsedad de Indi y de lo inepto de su marido, no tiene más opción que resignarse a lanzarse de una vez por todas en busca de una aventura real, encontrándola una noche (tal vez su única noche loca) en el Transilvania, un antro donde un pianista cubano, obsesionado con los colmillos, entretiene a la nefasta clientela.

 

Se trata de  una obra llena de ingenio, de fantásticos diálogos perfectamente entendibles y cercanos, alejados de pomposidades lingüísticas. Un guión en el que tristemente te puedes ver reflejado. Fantástica la interpretación de Mariola Fuentes, una actriz hecha a un papel, y de Tomás Gayo, que se multiplica a lo largo de la obra interpretando a tres personajes.

Mensaje Navideño... o al menos eso dicen!!!

Paganini Paga Tot A Nono ... o la música de la Navidad

Como cada Navidad, la Organización Nacional de Loterías y Apuestas del Estado nos sorprende con una campaña publicitaria íntima, que invita a la sonrisa, a la reflexión. Desde que ví el anuncio por vez primera me enamoré de la música y he andado rebuscando por la red y ¡voilá!.

La pieza es de Pascale Comelade, un músico francés nacido en Montpelier al que califican de "clásico-post-moderno". Sus obras, como esta, apenas alcanzan los dos o trés minutos pero rebosan melancolía y sensibilidad.

Disfrutad de la música.

Un momento para pensar.

Ágora

Ágora

Alejandro Amenábar (Santiago de Chile, 1972) se reafirma con esta cinta como el mejor director español de la actualidad. Determinados sectores críticos dudan de la calidad técnica de la cinta, de la falta de concreción histórica o de la falta de brillo de los actores… pero la sensibilidad y precisión para tratar el que personalmente considero tema principal de la obra, que no es otro que el la repetición cíclica de los errores de la humanidad, hacen de este prodigio de director la consideración de “mito del cine”.

 

La cinta recorre la evolución de un binomio dramático. Por un lado la historia de Hipatia, una mujer adelantada a su tiempo que lucha contra la sociedad y contra sí misma en busca de un único sueño: comprender el caos de las órbitas estelares. Por otro lado, el drama social de una civilización que sacia su sed de odio al amparo de unos signos religiosos que comienzan a ejercer presión hacia los fieles.  

 

¿Acaso no es la misma situación actual más de mil quinientos años después?, ¿no es la religión el motivo de matanzas sin sentido?,  ¿no continúa la mujer relegada a un segundo plano?, ¿no continúan las grandes potencias al margen de todos los desastres sociales?... Amenábar censura todo ello y lo refleja subliminalmente en su película con la máscara de la Historia y de Hipatia como hilos conductores.

 

Es más que posible la censura que se pueda realizar de la posición que adopta el director en su película, desvelando las vergüenzas de una emergente Iglesia Cristiana, recién salida de la represión brutal por parte de romanos y judíos. Pero de igual modo también es necesario conocer e interiorizar diferentes perspectivas de una realidad en concreta para conocer la Historia en todo su esplendor. Aquí se hace necesario recordar un hecho incuestionable como que la Iglesia, supuestamente la gran damnificada de la cinta, ha utilizado la violencia, el rencor y la muerte durante toda su existencia para “limpiar la pureza de la fe”. Como obra de arte que es, que cada uno la individualice y sienta como sienta.

 

En cuanto a los aspectos más técnicos, Amenábar, como en toda su carrera, no brilla especialmente en cuanto a planos y guión. Si nos saltamos las mejores escenas de la cinta, aquellas en las que los ciudadanos de Alejandría corretean por las calles de la ciudad como verdaderas hormigas, sin destino, sin orden,  la película prácticamente  está rodada en plano medio acentuando la fuerza de las miradas de los personajes, sobre todo los que encarnan a Orestes (Oscar Isaac) y a Davo (Max Minghella), que acompañan magistralmente  al avance de la película  con una evolución en sus personalidades. Rachel Weisz lo borda encarnando a Hipatia. Tal vez le falta un poco de fuerza a la hora de presuponer el carácter de una mujer como ella en la época en la que vivió, pero soportar el peso de la película sobre tu personaje y salir victoriosa de esa epopeya bien pueden valerle a la actriz londinense una nominación para los Oscar.

 

Una película para ver. Para sentir. Para disfrutar. Para ser conscientes de la vileza del ser humano que se ciega ante unas creencias y dogmas (dictaminados por los propios hombres) y que es capaz de matar, asesinar, violar, renegar… por unos valores que le vienen dados e impuestos. Una película que te hace creer que la condición del mundo es la autodestrucción de sus semejantes, del odio social y religioso instigado desde los gobiernos mientras los que tienen los dados de este juego (entiéndanse los romanos o los americanos) hacen la vista gorda y desoyen las súplicas de los que sufren la injusticia y el rencor.

 

Ágora bien pudiera llamarse ahora… ¿realmente hemos evolucionado?.

Vuelve el Maestro Joaquín... Tiramisú de Limón (Noviembre 2009)

Hice un solo desafinado
con las cenizas del amor
las verbenas del pasado
cangrenan el corazón.

Acórtate la falda nueva
despiértate al oscurecer
túmbate al sol cuando llueva
no desordenes mi taller

Tiramisú de limón
helado de aguardiente
muñequita de salón
tanguita de serpiente.

De madrugada y por la puerta de servicios
me pasabas el hachís
al borde del precipicio
jugábamos a Thelma y Louise

Pero esta noche estrena libertad un preso
desde que no eres mi juez.
Tu vudú ya pincha en hueso,
tu saque se enredó en red.

Tiramisu de limón
helado de aguardiente
puritana de salón
tanguita de serpiente.

Dónde crees que vas
qué te parece que soy
no mires atrás
que ya no estoy.

Pero dónde crees que vas
qué te parece que soy
si miras atrás
mañana es hoy.

Dónde crees que vas
qué te parece que soy
puede que quizás
luego sea hoy.

Nena dónde crees que vas
que te parece que soy
no mires atrás
que ya me voy.

Que sepas que el final no empieza hoy.

 

Letra: Joaquín Sabina y Benjamín Prado
Música: Leiva (Pereza)

Inglourious Basterds (Malditos Bastardos)

Inglourious Basterds (Malditos Bastardos)

La verdad es que los genios, y Tarantino lo es,  nunca dejan a nadie indiferente. Tal vez esa sea la base de su virtud, el rastro de polémica y expectación que generan en cada obra que realizan.

La primera sensación tras salir del cine es de vacío. Una película con un metraje algo dilatado, que no por ello uniforme y pesado, en el que no sacas nada en claro tras su visionado.

En primer lugar te saca fuera de sitio lo inverosímil de la historia. Bien es cierto que los personajes retratados en la película son tan reales y tan despiadados como la vida misma, pero el desenlace argumental de la historia es, digámoslo así, “erróneamente tarantinesco”. Lógicamente no es preciso comentar el desconocimiento histórico del director, ya que su única pretensión es jugar a presentarnos un ¿qué hubiera pasado si…?. De todos modos, en los fallos históricos del filme, no es en donde se debe centrar el debate sobre la controversia de la película.

Igualmente tampoco es censurable ni sorprendente la utilización de la violencia explícita en determinadas secuencias de la película. El binomio Tarantino y Violencia es atávico  al director de Tennessee, por lo que tampoco nos debe de coger por sorpresa y más si sumamos la aportación del director Eli Roth (autor de la polémica saga Hostel), que interpreta en la cinta al Sargento Donnie Donowitz, un soldado judío amante del béisbol al que le encanta utilizar su bate…

Entonces ¿qué es lo genial de la cinta?, pues sencillamente la propia obra en sí. Si la desmenuzamos, si la analizamos sacándole el jugo de su director nos encontramos ante una película que podrá ser catalogada de culto.

Empecemos por el título. Llama poderosamente la atención el consciente error ortográfico (no aplicado a su traducción al castellano) que encontramos en su versión original: Inglourious Basterds (lo correcto sería Bastards), motivado ello por el objetivo de hacer hincapié en lo grotesco y ordinario del peculiar grupo de soldados.  Primera pincelada tarantinesca.

Para los títulos de créditos al principio de la cinta, Tarantino, emplea su característico fondo negro (Pulp Fiction o Jackie Brown) acompañado en esta ocasión sorprendentemente por un tema más propio del spaghetti-western. Chocante, histriónico. Te vuelves loco intentando colocarte en la película: fondo negro, títulos en blanco, II Guerra Mundial, Nazis, música del oeste…  Genial. 

Y de pronto… Erase una vez, en la Francia ocupada por los Nazis.

Así comienza sin duda alguna la mejor escena de la película (y posiblemente de las mejores de la filmografía de Tarantino). La conversación entre el Coronel Hans Landa (un sublime Christoph Waltz) y Perrier LaPadite, un pacífico granjero francés que refugia a judíos en su domicilio, roza el misticismo cinematográfico. La capacidad de las miradas prejuiciosas, la tensión falsamente disfrazada de tranquilidad, la amabilidad disfrazada de rencor mutuo y el dominio espectacular de la técnica de rodaje con primeros planos directos y rotundos, te invitan a entregarte ante la perfección y elegancia de la escena. Inigualable, Tarantino 100%.

Igualmente destacable y sobresaliente es su banda sonora. Tarantino, un amante de la música, invita al espectador a disfrutar de un refinamiento melómano en el filme difícilmente comparable con otros directores actuales. Quentin abre un abanico musical que recoge desde el grandísimo Ennio Morricone hasta el camaleónico David Bowie pasando por temas clásicos alemanes de los años 50. Tarantino da una lección magistral en el empleo de la música en el cine. Todo un acierto sin duda.

Pero si realmente hay que destacar algo de la película son las interpretaciones de los actores principales. Brad Pitt encarna al Teniente Aldo Raine, un militar de ascendencia india (americana) al que le encanta “cortar cabelleras”. Su personaje, muy de los 50 al estilo Clark Gable, no ocupar el peso protagonista del filme pero las dotes interpretativas de este consagrado actor están por encima de cualquier duda.

Muchísimo más sorprendente es el papel del Coronel Hans Landa interpretado por el austriaco Christoph Walz, un veterano actor con un dilatado currículum en películas de serie B. Un papel lleno de concisión lejos de la sobreactuación. Hacer de Nazi “cazajudíos” sin duda es un papel difícil que cumple a la perfección. Su interpretación bien puede valerle un Oscar.

Por último la aparición de la francesa Mélanie Laurent como Shoshanna Dreyfus es sorprendente. Personalmente la mejor interpretación de la película. Una judía deseosa de venganza que se ve envuelta en el estreno de una película de propaganda Nazi en el cine que regenta. La escena que coinciden Shoshanna y el Coronel Landa en el restaurante parisino mientras se terminan el postre es sencillamente antológica. Presten atención.

Independientemente del gusto que se tenga por Tarantino o no, es una película que hay que ver y saber valorar. Dejarla pasar es un pecado. Véanla, júzguenla, y saquen vuestras propias conclusiones.

Tarantino en estado puro.

El Verano de los Compadres

Nueva entrada de Fali y Rafi... se aproxima la película. Promete.

"- Me remites a una fábula maravillosa que yo me se.

- Ilustrame compadre..."