Balada Triste de Trompeta (Álex de la Iglesia)
Para el aficionado al cine es de agradecer que haya genios que se salgan de la cotidianeidad y de la rutina escénica. El cine español cae demasiadas veces en el esquema repetitivo de director novel, drama social juvenil, reparto televisivo… fracaso seguro. El cine español debería ser más selectivo y elitista. De nada sirven ayudas ministeriales para fomentar un cine absurdo carente de valor cinematográfico. Después vienen las quejas a las salas vacías sin detenernos a mirar que lo vacío realmente es lo que se proyecta. El aficionado español es cada vez más exigente y culto. Los días de Paco Martínez Soria y Fernando Esteso donde la gracia es la teta y la chica mona quedaron atrás gracias a Dios.
Uno de esos genios del cine español, y porque no, mundial, bien puede ser Alex de la Iglesia, director de la Academia del Cine que es capaz tanto de rodar obras maestras como El Día de la Bestia (1995) como de tender una mano a las asociaciones de internautas para frenar el cierre de páginas webs de descarga. Quizás ésa sea su estrella, que los aficionados pagamos por ver sus obras de arte mientras que para tragarse una dramacito de la señora Sinde, lo mejor es darle al click del emule para verla en casa mientras se habla de la cotidianeidad de la vida.
Balada Triste de Trompeta es una joya. Así se debería de reflejar en los próximos Goya repartiendo a diestro y siniestro premios para esta cinta diferente y única.
La película no es más que la realidad de las dos España. De esa España que no levanta cabeza, ni la levantará, desde que el odio y la amargura tatuara un país con una guerra para el resto de su historia. Dos España, dos sentimientos, dos necesidades. Dos España que han montado un circo para ser el hazmerreir de todos. Una la Derecha, el Payaso Tonto, interpretada por Antonio de la Torre (es un actor para dedicarle a él solo un post de este blog). Él es el guapo, el mejor, el que lo sabe todo, el que todo lo arregla por cojones y el que tiene la última voz. Otra la Izquierda, el Payaso Triste, encarnado por un genial Carlos Areces (suena a Goya) que es el que está hasta los mismos de la otra España, de ser el feo, el pobre, el triste, el que siempre va a tener que pagar los platos rotos. Las dos Españas están enamoradas de la misma mujer, Natalia (Carolina Bang), España, que es la que sale perdiendo finalmente por las desgracias y lucha de uno y otro por ella. Significativa escena final en el camión policial donde tanto uno como otro ríen y lloran por el revés de quedarse sin ella. De lo mejor de la cinta.
El patetismo que envuelve el mundo del cine, esa tristeza por hacer reír a los demás, esa amargura del payaso… todo está en relación con una Guerra que no sirvió de nada sino para la burla entre los propios españoles. Interesante el tono gris en la que está rodada toda la cinta, haciendo mayor hincapié en lo gris del pasado, del presente y del futuro.
El tarantinesco inicio de la cinta es de lo mejor de la obra. El diálogo del capitán republicano (Fernando Guillén Cuervo) con los payasos al irrumpir en el cine, junto con lo grotesco de la escena (payasos armados) más el ingrediente de la violencia en el asalto a la Iglesia, hacen que el pequeño papel de Santiago Segura justifique el precio y el esfuerzo por comprar la entrada.
Realmente es una película que merece la pena ver y reflexionar. Una película diferente desde los propios créditos (historia viva de España) hasta el final de la misma.
Además de ser una de las grandes candidatas a los Goya es un alegato en defensa del buen cine español.
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