Invictus (Clint Eastwood, 2010)
Emocional puede ser el principal adjetivo que defina a esta historia real plasmada en obra de arte. Por un lado llama a las puertas del corazón con la figura del Nobel Nelson Mandela y su llamamiento al perdón y a la integración de las razas y culturas que poblaban Suráfrica. El fin del apartheid con llegada al gobierno de Mandela supuso un convulso cambio moral en la colonia sureña. De otro lado es la historia de un equipo de rugby involucrado en ser el nuevo espejo donde mirar al futuro de una nación reinventada.
Invictus es el resultado visual de la novela de John Carlin “El Factor Humano”, donde se hace un recorrido histórico a tres bandas entre la idea política de Mandela, el papel del rugby y de los springboks en Suráfrica, y la Copa del Mundo de Rugby celebrada en el país africano como un nuevo escaparate de paz y concordia en el mundo entero.
Clint Eastwood (Million Dollar Baby, Gran Torino) sólo se limita a rodar la historia detrás de una cámara. No se trata ni mucho menos de la mejor cinta del director americano ya que la historia está muy por encima de interpretaciones o guiones, la historia es lo más importante y es ella la que sobresale en la cinta. Determinados sectores de la crítica han sabido observar esta consideración elevando a la película a la categoría de grandiosa e única. Insisto, no se queden en censurar los guiños técnicos ni recursos cinematográficos. Llénense de rugby y de historia, saldrán del cine con el alma reconfortada.
La película narra cómo Mandela se acerca al símbolo del apartheid, la selección surafricana de rugby, con la intención de demostrar al mundo ante la inminente Copa del Mundo de Rugby en el propio país, de que la integración, el perdón, la convivencia y la paz es posible y necesaria. Mandela elije al capitán y líder espiritual del equipo, Françoise Piennar, para que guíe e inicie al camino de la paz desde algo tan sencillo y complejo a la vez como es la tercera línera de una delantera de rugby.
Las interpretaciones, un mano a mano exclusivo entre Morgan Freeman y Matt Damon a lo largo de toda la película, son sencillamente perfectas. Todo el mundo tenía en mente a Freeman como intérprete de Mandela si alguna vez tuviera que rodarse una película sobre el líder surafricano. Y no decepciona, sin duda. Se mimetiza brillantemente en el papel físicamente cabizbajo y enérgico moralmente de Mandela. Damon no se queda atrás a la hora de interpretar al tercera línea Springboks Piennar. Superadas las diferencias físicas obvias (más de 15 cm. de altura por ejemplo) Matt Damon lo borda como capitán reflexivo al frente de una misión que pasaría a la historia.
Cabe destacar en la película la secuencia final. Una secuencia con una duración de 18 minutos donde se produce el desenlace del partido final de la Copa del Mundo de rugby disputada entre Suráfrica y Nueva Zelanda. Las escenas de rugby son cuidadísimas y de una alta calidad (supervisadas por el propio jugador surafricano Chester Williams, que aparece en la película) metiendo al espectador en la tensión y fuerza de un partido de rugby. Hay que señalar que todos los jugadores/actores que aparecen en la película son profesionales de equipos surafricanos que se ofrecieron para desempeñar dichos papeles.
Otra curiosidad dentro de la película es el personaje de Joel Stransky, el jugador surafricano autor del drop definitivo que da el triunfo en la final. Su papel lo interpreta el propio hijo de Eastwood, Scott Eastwood, curiosamente jugador amateur de rugby en Estados Unidos que le pidió a su director/padre interpretar ese papel.
Les invito a que vean y admiren la película, cada detalle, cada frase, cada momento histórico. Olvídense de que están viendo una película y piensen en un documental sobre paz, solidaridad y honor. Dejen en sus bolsillos las etiquetas de críticos de cine y abran sus sentidos a una de las historias más maravillosas de los últimos años.
No quiero terminar sin hacer mención al verso que pone nombre a esta película, Invictus. Estos versos, obra del escritor inglés William Ernest Henley en 1875, sirvieron de inspiración a Mandela en los años de cautiverio para mantenerse fuerte de alma. Años más tarde, el propio Mandela, se los entregó al capitán Pienaar como motivación para el partido más importante que ningún jugador pueda jugar. El partido por la paz.
Invictus
Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.
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