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Inglourious Basterds (Malditos Bastardos)

Inglourious Basterds (Malditos Bastardos)

La verdad es que los genios, y Tarantino lo es,  nunca dejan a nadie indiferente. Tal vez esa sea la base de su virtud, el rastro de polémica y expectación que generan en cada obra que realizan.

La primera sensación tras salir del cine es de vacío. Una película con un metraje algo dilatado, que no por ello uniforme y pesado, en el que no sacas nada en claro tras su visionado.

En primer lugar te saca fuera de sitio lo inverosímil de la historia. Bien es cierto que los personajes retratados en la película son tan reales y tan despiadados como la vida misma, pero el desenlace argumental de la historia es, digámoslo así, “erróneamente tarantinesco”. Lógicamente no es preciso comentar el desconocimiento histórico del director, ya que su única pretensión es jugar a presentarnos un ¿qué hubiera pasado si…?. De todos modos, en los fallos históricos del filme, no es en donde se debe centrar el debate sobre la controversia de la película.

Igualmente tampoco es censurable ni sorprendente la utilización de la violencia explícita en determinadas secuencias de la película. El binomio Tarantino y Violencia es atávico  al director de Tennessee, por lo que tampoco nos debe de coger por sorpresa y más si sumamos la aportación del director Eli Roth (autor de la polémica saga Hostel), que interpreta en la cinta al Sargento Donnie Donowitz, un soldado judío amante del béisbol al que le encanta utilizar su bate…

Entonces ¿qué es lo genial de la cinta?, pues sencillamente la propia obra en sí. Si la desmenuzamos, si la analizamos sacándole el jugo de su director nos encontramos ante una película que podrá ser catalogada de culto.

Empecemos por el título. Llama poderosamente la atención el consciente error ortográfico (no aplicado a su traducción al castellano) que encontramos en su versión original: Inglourious Basterds (lo correcto sería Bastards), motivado ello por el objetivo de hacer hincapié en lo grotesco y ordinario del peculiar grupo de soldados.  Primera pincelada tarantinesca.

Para los títulos de créditos al principio de la cinta, Tarantino, emplea su característico fondo negro (Pulp Fiction o Jackie Brown) acompañado en esta ocasión sorprendentemente por un tema más propio del spaghetti-western. Chocante, histriónico. Te vuelves loco intentando colocarte en la película: fondo negro, títulos en blanco, II Guerra Mundial, Nazis, música del oeste…  Genial. 

Y de pronto… Erase una vez, en la Francia ocupada por los Nazis.

Así comienza sin duda alguna la mejor escena de la película (y posiblemente de las mejores de la filmografía de Tarantino). La conversación entre el Coronel Hans Landa (un sublime Christoph Waltz) y Perrier LaPadite, un pacífico granjero francés que refugia a judíos en su domicilio, roza el misticismo cinematográfico. La capacidad de las miradas prejuiciosas, la tensión falsamente disfrazada de tranquilidad, la amabilidad disfrazada de rencor mutuo y el dominio espectacular de la técnica de rodaje con primeros planos directos y rotundos, te invitan a entregarte ante la perfección y elegancia de la escena. Inigualable, Tarantino 100%.

Igualmente destacable y sobresaliente es su banda sonora. Tarantino, un amante de la música, invita al espectador a disfrutar de un refinamiento melómano en el filme difícilmente comparable con otros directores actuales. Quentin abre un abanico musical que recoge desde el grandísimo Ennio Morricone hasta el camaleónico David Bowie pasando por temas clásicos alemanes de los años 50. Tarantino da una lección magistral en el empleo de la música en el cine. Todo un acierto sin duda.

Pero si realmente hay que destacar algo de la película son las interpretaciones de los actores principales. Brad Pitt encarna al Teniente Aldo Raine, un militar de ascendencia india (americana) al que le encanta “cortar cabelleras”. Su personaje, muy de los 50 al estilo Clark Gable, no ocupar el peso protagonista del filme pero las dotes interpretativas de este consagrado actor están por encima de cualquier duda.

Muchísimo más sorprendente es el papel del Coronel Hans Landa interpretado por el austriaco Christoph Walz, un veterano actor con un dilatado currículum en películas de serie B. Un papel lleno de concisión lejos de la sobreactuación. Hacer de Nazi “cazajudíos” sin duda es un papel difícil que cumple a la perfección. Su interpretación bien puede valerle un Oscar.

Por último la aparición de la francesa Mélanie Laurent como Shoshanna Dreyfus es sorprendente. Personalmente la mejor interpretación de la película. Una judía deseosa de venganza que se ve envuelta en el estreno de una película de propaganda Nazi en el cine que regenta. La escena que coinciden Shoshanna y el Coronel Landa en el restaurante parisino mientras se terminan el postre es sencillamente antológica. Presten atención.

Independientemente del gusto que se tenga por Tarantino o no, es una película que hay que ver y saber valorar. Dejarla pasar es un pecado. Véanla, júzguenla, y saquen vuestras propias conclusiones.

Tarantino en estado puro.

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