Lo mismo
Para aquellos que estas cosas de las iglesias, los pasos y las bandas no es más que una cuestión de calendario y de incordio cívico, por aquello de la ocupación de las calles, el difícil transitar de vehículos y tal, la Semana Santa no deja de ser todos los años la misma historia. Ya ni me paro a hacerles comprender que una obra de arte es inmutable en el tiempo y forma y por ello, no deja de ser interesante ni bella, ni inmerecida de ser vista una o quinientas veces.
Cada Semana Santa es una nueva realidad, principalmente, desde la perspectiva sentimental y emotiva de todo el que forma el entramado cofrade. Uno puede ver el mismo palio, la misma marcha, la misma revirá cada año… pero jamás hará suyo ese momento de la misma forma.
Si atendemos a lo puramente tangible, dicha afirmación de coincidencia año a año es totalmente falsa. Bien es cierto que a primera vista puede resultar que una estampa es idéntica a otra, pero siempre hay algún matiz al que sacar punta y hacer el momento único. Un tipo de flor específica, una marcha determinada, la colocación de un rostrillo, un nuevo estreno… Siempre hay algo nuevo que reconocer y contar. Cúantas y cuántas explicaciones damos los cofrades tan gratuitamente a los no iniciados. Reconozco que debe ser agotador para un conocido de Palencia que venga a pasar unos días a Huelva, que te empeñes en que no le llame colgadura al palio o bastones a las varas…
Por otro lado, podríamos situarnos en un plano tan cofrade como el romántico y hacer de cada momento una experiencia vital única. El embriagador perfume de las volutas que el incienso dibuja en la aterciopelada tarde de Domingo de Ramos, puede avainillarse o canelarse más o menos cada año. Las fúnebres notas que llora una tuba tras un mortecino paso de palio, pueden ser más apropiadas o no. O incluso, por aquello de los horarios y el cambio climático, que todo afecta en esto de la Semana Santa, la luz que silueteaba el rostro de María Santísima en su salida procesional es infinitamente más degradada que la del año anterior y menos fundacional por lo tanto.
Pero a pesar de todo, y no nos engañemos, cada Semana Santa se nos hace diferentes porque somos nosotros mismos los que nos situamos en el umbral del Domingo de Ramos (o Sábado de Pasión para los metódicos… o Viernes de Dolores para el populacho) con distinto atuendo cada año. Un traje que nos vamos haciendo a medida durante 12 meses para plantarnos en San Pedro o en el Polvorín con una perspectiva diferente y única. Personalmente, este año Campanilleros me sonará a Soleá dame la Mano, la rosa se me hará cardo y ver mi palio celeste se me antojará “canina” sevillana.
Este año… mi procesión va por dentro.
Homo Onubensis Dixit
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