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Homo Onubensis

El Fracaso

El Fracaso

Esta semana ha salido a la luz la información relativa al permiso eclesiástico otorgado a la Cofradía de la Redención para realizar su Estación de Penitencia desde la Parroquia de la “Purísima Concepción”. Un hecho, que con más o menos transcendencia cofrade en general, provoca, o al menos lo entiendo así, la bofetá más dolorosa que pueda recibir la que fue mi Cofradía de la Santa Cruz.

 Apenas me he pronunciando en torno a ella desde que las puertas del templo xacobeo del Molino de la Vega se cerrasen definitivamente, cercenando los recuerdos y sentimientos más abnegados que un cofrade pudiese tener. Ni he querido, ni me han interesado lo más mínimo los pucheros que se cocían allá por la Vega Larga.

 Pero la cascada de noticias, dimes y diretes, concernientes a la cofradía de Vísperas que suben por la calle La Palma a la realidad cofrade, a esa masa anónima e impopular que cada día santo se agolpa en bares y tenderetes, son ciriazos que colman la paciencia y el ánimo del buen gusto cofrade.

 Lo que allá por los ochenta algunos consideraban la pseudo-élite de cofrades cristianos, inmaculados de historial y de preciado abolengo familiar cofrade, dio origen a una cofradía, nacida pese a quien pese de una mente con copyright, con la exigencia (autoimpuesta) de rozar la perfección ideológica, cristiana, cofrade, y en cierto modo, estética. Una exigencia a base de mirar en ocasiones por encima del hombro y de demostrar una incierta superioridad religiosa y cofrade. Nos creíamos perfectos. Nos contentábamos con ofrecer a la jerarquía esa sonrisa de cara de monja abnegada.

 La evidencia del tiempo fue dando años de luces y de prosperidad, donde a base de cariño, trabajo y constancia, se fueron cumplimentando pequeños grandes pasos. Pero los tiempos verbales de la bonanza crucista son pretéritos. Ahora reflexionen.

 Mientras cofradías como Redención y Salud sorteaban el día a día de su adolescencia cofrade desde la sencillez y la humildad con una única mira, la Estación de Penitencia (la seria, nada de Vísperas e inventos de pedigüeños), en la Santa Cruz  jugábamos a enquistarnos en un “dime tu que te digo yo” que sólo hacía limpiar esa falsa cara de perfección que tan bien supimos vender.

 Mientras unos verán la luz el próximo Martes Santo, y otros abrirán las puertas de la Purísima el Domingo de Ramos, nosotros seguiremos todavía jugando a las cocinitas como viejas chácharas barriobajeras. Mientras la Salud pondrá su cruz de guía en Placeta, nosotros seguiremos culpando de los males de la Santa Cruz a esa mente pensante creadora, culpable de males personales y hechizos insanables. Mientras seguimos presumiendo de broncínea fachada se nos pudren las raídas vigas de madera, carcomidas a base de rencor, tiempo y odio.

 Desde la altura que me da la distancia y la imparcialidad pido un poco de cordura humana y cofrade. Seamos honrados y entreguemos las llaves de la Cofradía a Palacio. La Santa Cruz ha fracasado… como Florentino con los “galácticos”.

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