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Homo Onubensis

Seis Naciones... Francia

Seis Naciones... Francia

A priori al hablar de Francia lo estamos haciendo del principal rival (junto con Gales) que tendrá Irlanda para alzarse con el torneo de las Seis Naciones. A diferencia del consolidado grupo irlandés, Francia es una selección en pleno proceso de búsqueda de identidad. Esta causa, que para cualquier selección sería un autentico camino de espinas (ejemplo Inglaterra) se ve claramente suavizado en les bleus dada la calidad que atesoran los integrantes de su selección. Posiblemente sea el quince con más calidad de todo el rugby europeo, más técnico, pero sin un rumbo fijo y mucho menos sin un líder del juego dentro del campo (tal y como tiene Irlanda con O´driscoll).

 

De cara al espectador parece que Francia juega a dos ritmos, a dos estilos, con dos equipos. La Bella y la Bestia. Por un lado una delantera bestial: Dusartoir, Harinordoquy, Ouedraogo, Marconnet, Szarzewski, Chabal… llena de fuerza, de empuje, de juego en corto. Y por otro unos “románticos” tres cuartos como Médard, Jauzion, Heymans, Clerc, Traille, Michalak… que tienen el juego a la mano del “rugby champagne” como insigne bandera. Necesitan un par de centímetros para hacerte dos cruces y plantarse en la línea de ensayo antes que abras los ojos.

 

Lièvremont busca la excelencia en compensar dos estilos en un mismo conjunto. Una utopía irreconciliable. No se pueden abrir nueces con un una pluma. El rugby actual requiere músculo, pero para las almas románticas enamoradas de “una cruz falsa y un pase al segundo centro para que redoble el apertura y le regale el ensayo al ala”, siempre teníamos a Francia como el último reducto onírico, como una reserva de indios. A nivel de clubs les funciona. Stade Toulousianne o Clermont fascinan con su juego a la mano y estético. Ojalá se imponga el regusto por el olvidado rugby champagne.

 

El calendario le es favorable. Sólo viaja a Escocia (no será rival) y a Gales. Si gana a los Dragones en Cardiff en la tercera jornada tiene trofeo y medio en sus vitrinas. Será su partido clave.

 

Hablemos de su escudo. Su símbolo, el Gallo, no tiene un origen determinado muy preciso. Bajo el reino de los Valois y de los Borbones solía acompañarse a los monarcas en determinadas representaciones artísticas, así como en monedas, junto a este animal. Se dice qué representa el símbolo de la alerta, del anuncio de un nuevo amanecer. De unos nuevos modelos sociales y políticos. Símbolo del “despertar” de un pueblo oprimido. Manifiesta la actividad, la tenacidad y la fuerza.

 

Otro de sus símbolos, quizás el más emblemático, es su himno, La Marsellesa. Tiene su origen en el siglo XVIII, cuando Claude-Joseph Rouget de Lisle, capitán de ingeniería en la guarnición de Estrasburgo, la compuso durante la noche del 24 al 25 de abril de 1792, a petición del alcalde de dicha ciudad, el barón de Dietrich, con el título de  Chant de guerre pour l'armée du Rhin (Canto de guerra para el ejército del Rin). Las tropas marsellesas lo adoptaron poco después como cantar de marcha en sus largas caminatas hacia el frente, siendo entonado el 30 de julio de 1792 al entrar en la ciudad de París. Los ciudadanos quedaron prendados de aquella imagen de la soldadesca desfilando y cantando aquella canción por lo que la bautizaron como La Marseillaise. 

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