El último kilómetro
Ahora entiendo, sin la necesidad de haberlo vivido, las sensaciones que experimentan los ciclistas cuando entran en el último kilómetro en una etapa de alta montaña. Ese último kilómetro eterno, en el que ves que todo se hace llegada menos el momento de cruzar la línea final. Los metros van pasando como hectómetros y la distancia se va haciendo más y más cuesta arriba. La extenuación en cada última pedalada, ya sin oxígeno, en la que el agotamiento va ganando la partida al deseo innecesario de victoria. Quizás en estos momentos finales, a escasos centímetros de la línea de meta, es cuando uno piensa ¿es necesario todo esto?. Al margen queda la marea de gente, incesante, impetuosa, sádica al gozar con el sufrimiento de un deportista. Gente que licua su cotilla adrenalina con golpes acompasados en las metálicas chapas del último kilómetro. Voces, gritos, sirenas, luces, ceguera… Es más que posible que en esos últimos golpes de riñón la visión se nuble de tal manera que pedalees a oscuras y contracorriente en un túnel triunfal.
Tras el devastador final, viene la invisibilidad. Cruzas la línea de meta y en esa vorágine de manos y cabezas te haces estatua ecuestre itinerante por el laberinto de una llegada ciclista. Dejas de ser persona. Dejas de respirar, dejas de sentir. Tu cuerpo entero, y tu mente, quedan bloqueadas por una fatiga extrema que merma la percepción espacio temporal.
No exagero lo más mínimo si afirmo que somos dos ciclistas en la más duras de las etapa de cualquier carrera. No miento no.
El agotamiento mental ya empieza a ganarnos la batalla. El brazo comienza a torcerse hacia el lado más débil en este pulso que la vida está jugando con nosotros. Los días vuelan y se hacen eternos en un calendario donde el círculo rojo se acerca a la estación. Estamos llegando. Estamos ya en el último kilómetro. En el más duro, en el que, sin fuerzas ninguna, hay que tirar de piernas y de corazón para dar la última pedalada, y luego la última, y la última, y más tarde la última… porque en esta etapa nunca se deja de dar pedales.
Queda el último esfuerzo para coronar el puerto de la etapa reina de nuestra vida. Te he acompañado durante todo el recorrido, tirando de ti, manteniendo el ritmo que demandabas para llegar con fuerzas al último puerto. Me he desgastado por ti haciendo el trabajo duro de la etapa, saltando a los ataques del resto, pero ahora, como buena jefa de filas, te toca a ti. Es tu turno, es hora de lucir el maillot de líder y salir a por la victoria. Ya es hora de que los gregarios se retiren para dar portadas a las figuras.
El trabajo esta hecho y el triunfo es para ti.
Solo debes aguantar el último tirón, apretar riñones, empujar, empujar duro… y levantar los brazos.
Confío en ti.
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