Ángeles y Demonios (Ron Howard)
Segunda película (no libro, ya que su edición es anterior al Código Da Vinci) sobre el personaje de Robert Langdon (Tom Hanks), un nuevo héroe novelesco mezcla de James Bond con pizca de Indiana Jones. En esta segunda cinta dirigida por Ron Howard (Cinderella Man, Apollo 13...), el investigador es reclutado por el mismísimo Vaticano para asesorar a la policía italiana, en el caso de las fatales amenazas vertidas sobre el inminente cónclave papal difundidas por el reinstaurado grupo de los Iluminati, una arcaica asociación de científicos que debatieron los principios de la Iglesia desde la Edad Media.
La estabilidad de la Iglesia, como institución y de igual modo físicamente con el propio Vaticano, se ve amenazada por el aviso de explosión de una poderosísima bomba nuclear. Robert Langdon va siguiendo las pistas que se le presentan en ese tablero de juego mágico e inigualable que es Roma, descubriendo antiguas rutas de los Iluminati. El recorrido por la ciudad, la visita por las Iglesias y monumentos y la ficticia trama argumental de la obra es lo más destacable de una cinta que no aporta nada nuevo al panorama cinematográfico.
Sin duda el mejor parado de la obra es el propio Tom Hanks cuyos honorarios por actuar en la cinta ascendieron a 50 millones de dólares , siendo el sueldo más alto de la historia del cine solo superado por los 55 millones que cobrará Johnny Depp tras el rodaje de la cuarta parte de la saga de Piratas del Caribe.
La controversia vertida por el argumento de las obras de Dan Brown poniendo en tela de juicio a la Iglesia Católica no debe de transcender más allá de lo ficticio. Se trata de una novela pseudo-histórica que aplica situaciones, historia y personajes reales a una ficción novelesca. La búsqueda de peligrosidad e inconveniencia para una institución como la Iglesia Católica está al margen de todo tipo de interpretaciones.
Si de la primera entrega destacaba la fidelidad del director al llevar a la escena la obra de Brown, en esta segunda se acentúan los juegos y efectos especiales resultando muchísimo más “comercial” que la primera. Sin duda a historias como esta y guiones como el presentado se le pueden sacar muchísimo más jugo tanto en interpretación como en dirección. Ni Hanks, ni el resto de personajes como el frío Ewan McGregor interpretando al Camarlengo o Ayelet Zurer como Vittoria Vetra, con un logradísimo acento italiano, destacan en unas interpretaciones vacias, planas y sobreactuadas en la mayor parte de la película.
Insisto en quedarme con el inigualable escenario de la película… Roma, la ciudad eterna. Un día hablaré sobre ella.
0 comentarios