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Homo Onubensis

Los Sentidos

Los Sentidos

La magia de la imaginación me propone un juego y le pregunta a mis sentidos por las sensaciones que emana la  instantánea recogida por el holandés Willem Kuijpers en la Semana Santa Sevillana de 2008. Una imagen dura, horizontal, chocante y armónica al mismo tiempo.

Comenzaría el juego sensitivo por el olfato. Sin duda la foto huele a humedad, a rancio, a ese olor seco y ácido del terciopelo que se curte con los años al relente de las cuaresmas sevillanas, a sudor de costaleros en pleno esfuerzo anónimo, huele a años 30, huele a pipas y algodón de azúcar. Huele a tarde de Viernes Santo carretero por el Arenal, con las últimas luces de un sol al que le cuesta despedirse de la trágica jornada.

Si la foto tuviera sabor sería el de la canela, al recuerdo de la torrija y el arroz con leche. Al sabor áspero de ese polvo marrón que tanto endulza como amarga, como el Viernes Santo, como la foto. Un sabor a tristeza y elegancia. Un sabor a Cofradía de centro, a la perdida aristocracia sevillana que viste de negro como duelo en el día del fatal desenlace. Ese sabor de la canela que tarda en perderse, que permanece en nosotros como lo hace el lento desfilar de los nazarenos. Sabor que te pide un poco más.

El racheo pendular de los azabaches costaleros al compás de sones Cigarreros pondría la excusa sonora a esta imagen de cine mudo. Suena a suspiro de fe en un cuerpo que se encoge ante la muerta mirada de un Cristo cruficado. A vieja aldaba de bronce que llama al trabajo a los de abajo. A marcha clásica por Toneleros y al cercano murmullo del Cachorro del arrabal que se adentra en Sevilla con su corte de trianeros.

El frío bronce de las garras de águila que dan forma a los zancos del interminable canasto carretero, contrasta con las efímeras y ardientes gotas de cera que se transfiguran  en estampa cofrade en la calzada en cada semana santa. Son dos mundos diferentes, dos estadios de la divinidad, de igual modo que la dualidad de sus faldones. Por un lado el azulado y divino roce del terciopelo que perdió su brillo de lozanía dando paso a un descolorido tapiz monacal,  choca con el espinoso y dorado roleo de bordado dieciochesco que sirven de pretexto a la existencia de la heráldica central con cruz de Santiago y escudos de lambrequines de los Borbones y de los Orleans.

Y la vista… la vista que se pierde y recrea con cada detalle que nos regala la más teatral de todas las semanas santas. La vista choca ante el telón que oculta a los sacros tramoyistas que avanzan firmes como testimonio sólido de una religión que necesita más convicción que práctica. La vista se pierde en el arlequinado mosaico que forma el suelo sevillano con tanta historia y arte como modernidad y miserias. La vista se hace pasado formando parte de esta imagen que nos devuelve a lo ostentoso y arcaico que perdurará eternamente en el maravilloso espectáculo de la Semana Santa.

2 comentarios

Jesús Rodríguez Redondo -

Tampoco será para tanto... ¡pelotera! jeje

TQ+

Nati -

Sin palabras....
Increible lo que la especialidad de tus ojos pueden llegar a ver y lo que la sensibilidad de tus palabras pueden llegar a emocionar..
TQ