Querer lo que yo quiero.
Dicen que hay personas que nacen con estrella y otros estrellados. Y no, no me encasillo. No termino de colocarme en las vía por las que discurre mi vida. No sé si tengo estrella, o estoy estrellado.
Lo que si que tengo es vértigo a vivir. A ser feliz.
No culpo a nadie. El único problema de mi vida soy yo. Mi tara es mi forma de ser. A veces ángel, a veces demonio. Unas veces todo, otras nada. Una de cal, y su correspondiente de arena. Estoy en ese momento en el que debo de decidir qué camino elegir si el yin o el yan. Llevo toda mi vida intentando ser buena persona y no me sale. Mira que lo intento, pero nada. Siempre mis buenas intenciones, mis formas, se tornan confusiones y malos entendidos y, al final, siempre acabo cargando mas peso en mi mochila de los lamentos. Será la edad, pero cada vez tengo menos fuerza para cargar con el peso de mis errores (o de mis supuestos errores).
Pero, no me sale. Rondo los dos millones y medio de defectos. Asumidos y asimilados. Y el principal de ellos es retroalimentar mis errores enquistándolos en traumas y depresiones anímicas. En altibajos emocionales. A mis grandes logros o méritos le resto importancia y a mis pequeños fracasos los elevo a la altura de crisis vital.
Ya lo digo. El único problema de mi vida soy yo y debo ser yo mismo el que, como dije antes, opte por seguir el camino de continuar intentando hacer el bien, aunque no me salga, o mandar a tomar por culo al angelito este que se me planta en mi hombro derecho e ir dando palos de ciego a diestro y siniestro sin más oficio que beneficio.
Llevo toda mi vida diciendo SI a los demás y NO a mi mismo. La hoja de servicio de mis batallas emocionales está llena de heridas difícilmente cicatrizables y, cuando todo parecía que al menos mi corazón, con más remiendos que un muñeco vudú, empezaba a tener una cadencia de latidos constante, las costuras del alma se vuelven a deshilachar filtrando de nuevo la acidez de los recuerdos y mi incapacidad de amar. SI. No se amar, no se querer. Lo reconozco.
Según se dice “mejor solo que mal acompañado”, pero es que resulta que la mala compañía siempre soy yo. Por h o por b la cuchillada del desánimo siempre va a terminar en mi pecho y las heridas cada vez tardan más en olvidarse… y duelen más, como dije antes, será la edad, o que la morfina ya no calma los dolores que arrastro desde hace década y media.
Quiero vivir. Quiero equivocarme. Quiero llevar las riendas de mi tristeza y de mi felicidad. Quiero llorar. Quiero reír. Quiero blanco. Quiero negro. Quiero todo. Quiero nada. Quiero esto o lo otro. Quiero dar un paso atrás, tres palante y dos al lado. Quiero querer. Quiero olvidar…
Quién me quiera querer tendrá que querer lo que yo quiero…
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