La Anécdota Cofrade de un Maestro
Concédanme hoy la licencia de citar en mi modesto espacio a una de esas personas que, con independencia de sus colores políticos, que gracias a Dios eso ya está superado, lleva a gala la bandera de Andalucía y del sentir andaluz por todos los rincones de este mundo. Permítanme hoy que rescate un pequeño fragmento del Pregón de la Semana Santa de Sevilla que en 2001 diera el enorme Carlos Herrera. Sin duda uno de esos pregones llenos de maestría y arte alejado del lirísmo bosteceador a los que nos tienen acostumbrados. Al menos, en Sevilla, cada cual arrima su pluma al árbol que le conviene, guste o no, independiente de la búsqueda del aplauso fácil. Prueba de ello son los últimos pregones editados en la vieja Híspalis, cada uno de su padre y de su madre y rebosantes de personalidad, sin necesidad de cuerdecitas o nanas. Tal vez cosas como esa les hace diferentes.
Carlos Herrera decía...
"Pero de todos los casos paradigmáticos del irresistible imán de Sevilla yo me permitiría citarles el de quién hoy es mi esposa y madre de dos sevillanos que ya se han estrenado en los trámites nazarenos.
Por si no lo saben, mi mujer es de origen navarro. Cuando yo le hablaba, recién ella llegada, además, de muchos años de residencia en la América Hispana, me preguntaba a mí mismo hasta qué punto estaba yo dispuesto a sacrificar mi Semana Santa en el caso de que llegáramos a más y a aquella muchacha no le entrara la Pasión por nuestras tradiciones, que, de hecho, es algo que a veces pasa.
De modo que aquél primer año en el que ella se llegó a Sevilla por Domingo de Ramos, les aseguro que procuré que disfrutara de la Semana Santa más excepcional que ser humano alguno haya conocido. Hablé con los capataces amigos para que le dedicaran las chicotás más emocionantes, diciéndoles si era necesario que se trataba de una pobre muchacha enferma que no acababa de recuperarse (alguno hubo que la miró, me miró a mí y me dijo "¿de recuperarse de qué, miarma?").
Le hice ver los misterios desde los mejores balcones, escuchar a saeteros emocionantes uno por cada lado, asistir desde rincones privilegiados a los momentos más enternecedores, presenciar desde su capilla la salida de algunos pasos y la recogida de otros... en fin, pasar una Semana que muchos sevillanos tal vez no conozcan. La cosa funcionó ya que desde aquel año se ha convertido en una sabia y prudente cofrade. Aunque el momento en el que comprobé que la Semana Santa había entrado en sus venas de forma irremediable ocurrió al cabo de tan solo un par de años, cuando, ya yo tranquilo sabiendo que no me iba a proponer que nos fuéramos a Benidorm o a Matalascañas, estábamos asistiendo en el balcón de un amigo al paso de una de las cofradías de su preferencia. Ella, aunque no se lo crean, estaba escuchando las transmisiones radiofónicas que Fran, Juanmi, Luis, Víctor, Araceli o Charo bordan en Canal Sur Radio y, en un momento determinado, hizo un gesto de manifiesto desacuerdo y enfado, ese al que me refería antes y que consiste en decir muchas veces que no con la cabeza. Cuando me interesé por lo que pasaba, temiéndome algo malo, ella, parsimoniosamente, se retiró un auricular de su oído y me espetó:
-¿Que qué ha pasado? Que la cofradía ha entrado con dieciocho minutos de retraso.
Y añadió:
- ¿Hay derecho a esto?
Les aseguro que desde ese momento estuve mucho más tranquilo. Supe que, para siempre, yo y mis generaciones venideras, seguiríamos siendo cofrades.
Ole.
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