Vosotros...
Hoy quiero hablar de vosotros. Si, vosotros, vosotros dos, esos dos corazones que palpitáis cada noche junto al mío. La verdad es que tal vez sean las primeras letras que dedico en este cada vez más olvidado rincón, a esa ilusión en forma de miniatura llamada Jacobo, que late y corretea en el vientre de la que es mi otro yo.
Pero permíteme mi niña que comience contigo.
Grande. Eres grande. No tengo otra palabra que decirte que no sea esa. En estos cinco meses donde esa curva de vida va apoderándose de tu cuerpo, tu comportamiento, tu complicidad, todo, lo has hecho desde tu eterna perspectiva de responsabilidad y sentido común. Nada de rebuscados comportamientos reclamando protagonismo, nada de encasillamientos y modelos estéticos, nada de lamentos y quejas como si estuvieras soportando una pesada losa… nada. Únicamente te has dedicado a ver crecer cada tarde esa barriguita mientras descansabas en el sofá de casa, día a día, acariciándola, amasándola, reclamando mi mano cuando notabas algún movimiento. Aportándole desde su primer día ese aporte de normalidad y compromiso con la vida. Aunque creas que no… ya lo has empezado a educar y le estás imprimiendo ese carácter serio y humano tan escaso en esta vida. Insisto, grande, campeona. Única.
Y ahora hablo de ti, renacuajo. Perdona que sea egoísta y ya te esté inculcando algunos valores que creo que son innegociables para esta unidad familiar que estamos a punto de ampliar contigo. Por eso, mi niño, perdóname si te he sobresaltado alguna vez poniéndote demasiado fuerte los sones de Estrella Sublime o Campanilleros, o si desde ya te estoy haciendo oír a Manolo Lama en la Ser radiar los partidos del Real Madrid, o cuando me acerco y te cuento al oído lo guapa que está mamá. Perdóname. De todos modos, esos latigazos de vida que das desde tu escondite en absoluto hacen que me preocupe, ya que esos botes no son más que levantás al cielo, celebraciones de goles de Cristiano Ronaldo o abrazos que nos das ya desde ahí adentro.
No sé como lo haremos como padres. Estoy seguro que fallaremos en más cosas que acertaremos, pero descuida que intentaremos por todos los medios posibles, hacerte simplemente una buena persona. Con eso nos basta. Nos da igual que seas como seas y salgas como salgas, pero que tengas corazón, alma, brillo. Para educar no hay receta mágica, pero en esta ocasión espero que los ingredientes sean un poco de sentido común y responsabilidad, con una pizca de chispa e integridad. A ver cómo nos sale.
Por último quiero que sepas que cuando salgas vas a tener siempre a tu lado a dos escuderos para cuando te caigas en la vida, y también te sirvan de ejemplo porque lo son. Si Dios quiere junto a ti van a seguir creciendo tu primo Axel, que te va a aportar el corazón, y tu prima Mencía, que te aportará la sonrisa. Sé que podrás contar con ellos siempre. Y los tres formaréis un triángulo de vida que nos unirá más si cabe a todos.
No cambies jamás Nati.
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Jesús Rodríguez Redondo -
Nati -