"... cocinada a fuego rápido con un poquito de corazón"
Han pasado ya 3 años desde aquel día en que nos lanzamos al abismo ciego de compartir una vida. 3 años ya de aquel lluvioso 3 de Noviembre de 2006 en el que parimos esta nueva familia cocinada a fuego rápido con un poquito de corazón, una pizca de sentido común, con un golpe de tú y una gota de yo. Y así salió, o salimos, o va saliendo, ya que no sé si aún andamos cocinando el menú de nuestra vida. Imagino que sí. Muchos dicen que el día más feliz de una vida es el de la boda. Personalmente creo y quiero creer que aún no se han construidos las plazas donde haremos nuestras mejores faenas. Me resisto a asumir que después de ese día la felicidad entra en recesión y sólo van quedando los rescoldos de esa jornada donde eres el protagonista de una ceremonia que cada vez va teniendo menos sentido religioso, transformándose en un evento social donde justificar un enlace. Yo me niego a creer en esto. A día de hoy, y toco madera, soy más feliz que el día de mi boda. A día de hoy creo más en nuestra unión. A día de hoy vamos siendo nosotros en lugar de uno y otro. Con 3 años uno apenas sabe andar. Se cae. Comete errores, que sin duda los hemos tenido, falla. 3 años en una gesta como la del matrimonio dan lugar a luces y sombras que ni tan poderosamente sensibles al corazón son unas como desesperadamente dolorosas al alma son otras. Son y punto. Son luces. Luces que hay que saber encender y apagar en cada momento sin dejar que deslumbren. En esa búsqueda, al menos, es en la que se debe basar una pareja. Nuestra vida no ha hecho más que comenzar. Aún andamos en la bisoñez de una pareja con mil proyectos de vida y un solo denominador común: seguir uno junto al otro. Que nos salga o no… es otra historia. Que triunfemos o no… es otra historia. Personalmente, lo que más me llena de nuestra unión es la seguridad. Seguridad entendida no en la cretina fidelidad cegata, sino en la seguridad del uno en el otro como persona, como fiel actor de su propio personaje. Si llega el día de la rotura de vajillas, de dar el cerrojazo y tirar a la basura nuestros anillos, si llegara ese día, sabremos que el tiempo que hemos compartido juntos ha sido de verdad. Que tanto Nati ha sido Nati, y Jesús ha sido Jesús. Sin trampa ni cartón. Fieles a nosotros mismos, que es la base de ser fiel con el otro. Hoy doy las gracias a la vida por permitirme esta aventura, la más apasionante que he vivido y sigo viviendo, la más compleja de todas las que me pueda encontrar. Hoy le doy las gracias a la vida por esos tres años juntos. Sigamos contando… ¿vamos por uno más?
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Jesús Rodríguez Redondo -
Nati -